Miguel de Toro y Gisbert (Madrid, 1880-1966) fue un pionero de la lexicografía dialectal hispanoamericana y específicamente andaluza. Nació en el seno de una familia remaneciente de Loja, provincia de Granada) trasladada a París. En París se formó (doctor en Letras con la tesis L´évolution de la langue espagnole en Argentine, 1927 ) y trabajó como lexicógrafo para la editorial Larousse casi toda su vida. Aprendió del buen oficio de su padre, Miguel de Toro y Gómez (Loja, 1851-Buenos Aires, 1922), también destacado lexicógrafo de la casa Garnier y Larousse, aunque sobre su vida y obra faltan estudios.
Los Toro, padre e hijo, se insertan en la tradición francesa de lexicógrafos y gramáticos españoles, al estilo de Vicente Salvá, Núñez Taboada o Elías Zerolo. Su prestigio y experiencia les reservó un lugar destacado entre aquellos lexicógrafos que, en una etapa incomparable de la bohemia finisecular parisina, contribuyeron al esplendor de la lexicografía española.
Se le recuerda especialmente por su «Voces andaluzas (o usadas por autores andaluces) que faltan en el Diccionario de la Academia Española» (Revue Hispanique, XLIX, pp. 313-647). Toro y Gisbert busca reproducir la realidad sociodialectal (meridional), a partir de las fuentes primarias, sin invenciones ni alteraciones o deturpaciones lingüísticas. La fuente de corpus principal consiste en 50 obras literarias, que despojó «personalmente»: Machado y Álvarez (Demófilo), Estébanez Calderón, Fernán Caballero, Juan Valera, Ángel Ganivet, los Álvarez Quintero, Arturo Reyes . Lo encuentro autoridad perfecta cuando pone en boca de sus personajes voces nada neológicas como churretoso, gurripato, pavero, majoma, chambeles, cañaduz, acansinado, hondilón, jachares, gachó, de chipé, etc. (Toro y Gisbert, 1920: 314).], Cristóbal de Castro, Javier de Burgos, Pío Baroja, A. Palacio Valdés, Miguel de Unamuno y Ricardo Palma. Hay en todas estas obras literarias una intención estética subyacente al costumbrismo lingüístico y ambiental de Andalucía, por lo que la recreación artística del entorno puede llegar a modificar el anhelado realismo sociolingüístico y falsear las imágenes dialectales. En cada caso, el escritor habrá seleccionado con criterios estéticos las voces andaluzas para lograr la originalidad literaria.
Tuvo también en cuenta fuentes primarias: “He agregado un número bastante grande de voces recogidas por mí en la conversación familiar con mis padres, nacidos en la provincia de Granada, y con algunos parientes de la misma Granada o de otras comarcas andaluzas” (1920: 314). Tuvo la asesoría lingüística de un joven autor que aquellos días (1919-1920) estaba comenzando a redactar en París su Don Segundo Sombra (concluida y publicada en 1926). En efecto, bajo la referencia bibliográfica de Ricardo Güiraldes, Toro confesó la deuda científica contraída con el “escritor argentino”, porque de él había “recibido utilísimas indicaciones verbales” (p. 644) .
Otras obras son Por la cultura y por la raza (París, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, Librería Paul Ollendorff, 1908); Tesoro de la lengua española (1911); Ortología castellana de nombres propios (París, 1911); Vocabulario andaluz (inédito); Apuntaciones lexicográficas (París, Ollendorff).
Hizo traducciones de autores mediocres como Alfred Capus (1910), Claude Ferrère, etc.
Bibliografía
ÁLVAREZ DE MIRANDA, P. (2004), “La aspiración al «Diccionario total»: un fragmento del Diccionario general de la lengua española (c. 1933), de Miguel de Toro y Gisbert”, en Actas del IV Congreso de la Sociedad Española de Historiografía Lingüística (La Laguna, Sta. Cruz de Tenerife, 22 a 25 de octubre de 2003), Madrid, Arco Libros, pp. 221-236.
Estudio de Manuel Galeote (Universidad de Málaga).